Salta
Récord en las alturas: un salteño construyó el segundo invernadero más alto del mundo
26/01/2022. Alejandro Soriano edificó un invernáculo a 3965 metros sobre el nivel del mar, tan sólo 27 metros de la obra con mayor altitud, ubicada en Nepal. Ahora va por más.
Alejandro Soriano, albañil y agricultor, se recupera del coronavirus. Encuentra paz y tranquilidad en su invernáculo ubicado a unos 25 kilómetros de la ciudad salteña de La Poma, cuyos cimientos comenzó a montar el año pasado y hoy rinde sus frutos en forma de acelga, remolacha, lechuga y hasta frutillas.
El invernáculo tiene una dimensión de 4 metros de ancho por 12 de largo. (Foto: Alejandro Soriano).
Hasta aquí la historia parece una más, pero fue al periodista de El Tribuno, Antonio Gaspar, a quien Soriano le comentó que, según le indicaron unos ingenieros, su invernadero estaba construido a 3965 metros sobre el nivel del mar. El redactor comenzó a indagar y descubrió que el invernáculo más alto del mundo está ubicado en Nepal, en la cordillera asiática del Himalaya, y que supera apenas por 27 metros la obra del salteño.
El invernadero está ubicado a unos 75 kilómetros de Cachi y a 25 de La Poma. (Foto Google Maps).
“Me enteré de todo esto por la nota: yo no sabía que era el segundo más alto del mundo, si no, lo hubiese construido un poco más arriba”, dijo Soriano, entre risas, desde su casa situada unos dos kilómetros más abajo, en el Paraje Corral Negro.
Los primeros pasos de la construcción. (Foto: Alejandro Soriano).
Gracias al artículo periodístico publicado a fines de noviembre, muchas personas le donaron lo que necesitaba para comprar las semillas. Semanas más tarde, pudo ver los primeros brotes de repollos, brócoli, berenjenas, zapallitos, sandías y melones. También sembró plantines de tomates, chaucha enana, maíz y hasta una planta de uvas.
Hace pocos días, el salteño comenzó a cosechar acelga, remolacha y lechuga. (Foto: Alejandro Soriano).
El productor explicó que en los Valles Calchaquíes, durante la mayor parte del año, las crudas heladas congelan toda la producción y que para cultivar a cielo abierto hay que aprovechar la calidez de los meses de verano (de diciembre a febrero).
Pero él soñaba con tener un “mercado en las alturas” y construyó un invernáculo de 4 metros de ancho por 12 de largo sobre la ladera de una montaña. Asentado sobre una base de piedra, las paredes de adobe y el plástico que recubre el techo, se funden en el ocre y el rojizo del paisaje de la cordillera.
La historia del pomeño
Soriano nació en 1988 y junto a su familia eran los únicos pobladores del paraje. Allí vivía con su abuelo Calixto, su abuela Trinidad, su madre, su tío y su hermano. “Estudié en la escuelita Saladillo que construyó mi abuelo: él era albañil picapiedras y uno de los mejores en la Poma. Me enseñó todo lo que sé”, explicó.
De joven trabajaba como tractorista, criaba animales, elaboraba quesos de cabra y hacía “changas” como albañil. “Me casé con mi señora Antonella y nació William, mi primer hijo. Eran tiempos difíciles: vivíamos al día, sobre todo con lo que nos dejaba la cosecha de arvejas que lo único que se puede cultivar”, relató.
Soriano elabora quesos de cabra con la receta de su abuela Trinidad. (Foto: Alejandro Soriano).
Sin embargo, tenía un gran proyecto en mente, pero necesitaba dinero. “Gerardo Laime, un maestro que tuve en la escuela, fue mi inspiración. Nos enseñó a hacer un invernadero y a mí me encantó”, detalló.
En octubre del año pasado, se decidió y con la ayuda que recibió de un Plan Potenciar y lo que obtuvo por vender algunos animales, compró los materiales de construcción. Piedra por piedra, él solo levantó los cimientos a casi 4000 metros de altura que darían vida a su obra.
La construcción está asentada cerca de un arroyo.(Foto: Alejandro Soriano).
Un camino cuesta arriba
El invernadero cuenta con 12 canteros y es cuidado a diario por el pomeño que recorre todos los días dos horas de caminata para ir a verlo. Muchas veces lo acompaña su hijo, que hoy tiene 9 años, y heredó la pasión de su padre: lo ayuda a regar, a ventilar, a quitar pulgones y sacar malezas (utilizan abono natural de corral y guano de hormiga).
Para trasladar las verduras y hortalizas, el salteño utiliza dos mulas. (Foto: Alejandro Soriano).
Al lugar se accede solamente en camioneta o en tractor. “Acá no se llega ni en moto, ni en bicicleta: hay que caminar. Para bajar la cosecha uso mis 4 x 4 que son mis dos mulas”, afirmó el agricultor de 33 años.
Hace unas dos semanas nacieron las primeras verduras y hortalizas que fueron consumidas por la familia. En poco tiempo, el productor se convertirá en proveedor del comedor de la escuela donde asistió de pequeño. “Me encantaría poder vender a otros lugares, pero para eso tengo que agrandar la construcción que tengo”, explicó.
Alejandro junto a hijo William, de 9 años. (Foto: Alejandro Soriano).
Al atardecer, el viento comienza a soplar y sobre las cumbres nevadas vuela un cóndor andino. Sentado fuera de su casa, Soriano contempla el paisaje y piensa en su padre, Agustín Mamami, quien le enseñó a manejar por primera vez un tractor y a quién perdió la semana pasada debido al Covid. “Agricultor por mi padre y albañil gracias a mi abuelo”, dijo, casi en un susurro.
Su familia y su trabajo en el campo lo hacen seguir y también su sueño de edificar un segundo invernáculo, aún más alto. Sabe que es difícil y que para lograrlo necesita ayuda. Quizá pronto llegue ese día que nuestro país supere a Nepal y un salteño logre erigir, en los Valles Calchaquíes, el invernadero más alto del mundo.
Fuente de la Información: TN